En cualquier caso, siempre ha habido
personas (filósofos, matemáticos, alquímicos, astrónomos, escribas…, incluso
trovadores) dedicados en cuerpo y alma a recabar información y conocimientos
que han podido llegar hasta nosotros gracias a su, casi siempre, desinteresado
esfuerzo. Y estos hombres, así como otros que a su vez valoraban la labor
realizada por los primeros, tuvieron la gran idea de crear reductos para
albergar sus escritos y tratados, como han sido y son las afamadas bibliotecas,
lugares realmente inspiradores para cualquiera dispuesto a enriquecer sus
conocimientos.
Bien, pues esas casas para libros tan
meritorias, que siempre invitan al estudio y a la lectura con su digna
serenidad, no se libraron de sufrir los estragos oficiados por esos vencedores
anteriormente mencionados, sino también los efectos de accidentes y catástrofes
naturales. Por ejemplo, la biblioteca de Alejandría, quizá la más antigua, que
llegó a albergar casi un millón de libros, sufrió diversas destrucciones que
acabaron con una gran parte de la información que guardaba en sus anaqueles.
Frecuentemente me pregunto, y, al igual
que yo, imagino que muchísima gente, cuál es la realidad exacta de lo ocurrido
en tal o cual episodio de nuestra historia, quién fue el verdadero protagonista
o artífice, quienes sufrieron las consecuencias, si es que las hubo, en qué
fecha sucedió realmente… Son incógnitas a las que se hace imposible asignar el
valor que las corresponde, y eso termina creando un sentimiento de impotencia
muy considerable, pues de existir un medio para poder resolverlas, también
podría darse solución a muchas otras incógnitas del presente que están en
estrecha relación con las pretéritas. Por ejemplo, el caso de las pirámides de
Giza, a pesar de estar ahí y poder ser estudiadas in situ, no están nada claros
muchos de los procedimientos utilizados en su construcción, incluso se
cuestionan sus orígenes, dotándolos de cierto halo extraterrestre; sería
fantástico poder mirar por un agujerito que te mostrase la realidad. ¡Podríamos
alucinar!
Pero no sólo hemos perdido ingentes
cantidades de información con el paso de los años. A menudo dedico buenos ratos
a pensar sobre todas las personas, los millones de personas, que han
desaparecido, literalmente, a lo largo de nuestra existencia y hasta el momento
actual. Y me refiero a desapariciones prematuras e incluso dramáticas. Cuánta
tristeza y frustración padecida por familiares y allegados por desconocer el
destino que ha tenido un ser querido, ya haya sido por guerra, catástrofe o
accidente, y qué angustia tan grande para el desaparecido si ha sido consciente
de su final y de que nadie llegaría en su ayuda. Es una pena, pues el pasado
está repleto de sufrimiento por culpa de tantas pérdidas humanas. En cualquier
caso, la experiencia demuestra que, aunque sea doloroso, siempre desearemos
conocer cuál ha sido el destino real de cualquier vida que se haya perdido por
el camino. Cualquier información perdida para la posteridad siempre atañerá
tanto a los hechos como a las personas. (Continuaré)
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